La muestra se presentó el pasado 05 de noviembre en el Polyforum Siqueiros una serie de amaneceres de volcanes, árboles y nubes, que con una mirada poética se cristalizan en texturas y colores capaces de configurar ámbitos místicos en los que se contraponen y, a la vez, se complementan lo real y lo ilusorio, lo material y lo etéreo, lo manifiesto y lo intangible.
Atrapada por la intimidad de una mirada poética, la luz en la obra de Megs Inniss Suárez se cristaliza en texturas y colores capaces de configurar ámbitos místicos en los que se contraponen, y a la vez, se complementan lo real y lo ilusorio, lo material y lo etéreo, lo manifiesto y lo intangible. Generadas gracias a la luz, seducidas por la luz, hechas de luz, las imágenes que nos presenta la artista se convierten en umbrales hacia lo impronunciable, se contagian de silencio y juegan con paradojas y transparencias. Con ello le ofrecen al espectador un sinfín de interpretaciones posibles que inciden en intimidades ajenas y diversas y que proyectan su potencial hacia el infinito.
La obra de Megs delata una intención épica en la que la desmesura, atrapada por la lente fotográfica, logra amoldarse a un espacio finito y se vuelca sobre sí misma para desplegar su potencial simbólico; efigie y metáfora, emblema y vivencia. Los amaneceres plasmados en estas fotografías hacen alusión a un mundo espiritual para el que los fenómenos naturales se convierten en una reverencia ante lo inefable. Lo concreto y lo abstracto, lo perdurable y lo efímero, lo grande y lo pequeño, se conjugan en contrastes que definen siluetas y figuras; tejen y entretejen luces y sombras, sueños y realidades y tienden puentes entre el cielo y la tierra, entre la noche y el día.
Ejemplo de ello son las obras “La Aurora Viste de Luces” y “Despunte Escarlata” en las que la alborada devela un cielo luminoso que contrasta con las siluetas de los volcanes aún dormidos, convertidos en residuos de las sombras de la noche. Formaciones naturales y emblemas nacionales dentro de un contexto mitológico, los volcanes contrastan con un cielo desarticulado en texturas que oscilan entre lo concreto y lo abstracto. Las fotografías se convierten aquí en un himno a la majestuosidad de la luz y de sus metáforas que a la vez se utiliza para construir la dimensión épica necesaria para darle fuerza a una nación.
El juego con la desmesura propia de lo épico lo podemos apreciar también en aquellas creaciones en que la fotógrafa explora el potencial poético derivado del binomio árbol-agua y que ella misma subraya con los títulos que le imprime a las obras: “El Viejo y El Agua”, “Los Viejos Amates”, “Centinelas del Agua III” y “Centinelas del Agua VI”. Nuevamente la artista consigue capturar, a través de la estrechez de la lente fotográfica, la monumentalidad de un paisaje natural que, convertido en intimidad, permite conjugar vivencias personales con asociaciones simbólicas. Aquí la precisión del enfoque y la perfección en el detalle le otorgan al espejo del agua la lejanía propia del infinito. Sutil y delicado es el vínculo entre los centinelas del tiempo y el devenir narciso de luces y sombras de su reflejo en el agua.
Los árboles de Megs son testigos silenciosos de lo ya transcurrido. Tanto el amate como el ahuehuete pueden interpretarse como enlaces con el mundo prehispánico: el primero alude a la posibilidad de memoria pues es la materia prima que funge como soporte para los códices y los registros y el segundo es el doblemente viejo, gran anciano del agua, quien reviste la sacralidad supra- temporal propia de lo titánico y lo longevo.
El agua en estas fotografías refleja y contiene la imagen de los árboles a los que abastece y da vida. Enlace entre lo concreto y lo visionario, entre la ilusión óptica y la contundencia de lo material, el binomio árbol-agua se mueve entre lo efímero y lo eterno y logra una síntesis temporal que se manifiesta gracias al potencial poético de la fotografía.
Pero el mérito de las obras de Megs no radica únicamente en las consonancias simbólicas y sus inflexiones metafóricas, sino también en la forma en la que aprovecha la luz para expresar estados de ánimo. La exactitud de los contornos, los contrastes de las siluetas, las transparencias de los blancos en las nubes, cascadas y flores, y las geometrías inherentes a la Naturaleza en los prismas negros de Huasca, revelan la grandeza del Cosmos a través de la perfección de lo sutil. En el políptico “Estancia de Invierno”, por ejemplo, son las luces y sombras las que le otorgan a la fragilidad de una mariposa y una flor la dimensión de lo ritual dentro de una armonía intencionalmente construida por la fotógrafa: tomada ligeramente a contraluz, esta composición en diagonal subraya y complementa al instante atrapado por la mirada, se apropia de él, le da sentido y lo enaltece hasta convertirlo en monumental.
Megs Inniss Suárez se reconoce no sólo hacia la amplitud de la luz, sino hacia la belleza de lo efímero que hace perdurar en las sinfonías fotográficas que nos presenta.